martes, 16 de enero de 2018

Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia - Trilogía de Getafe, Vol. 1



El tiempo va pasando y antes de que te des cuenta Enero se habrá ido, dejando atrás los Reyes, los regalos, las vacaciones y esa extraña sensación de vacío que desde que eres niño deja la superación de la navidad.

Es un periodo raro, una especie de burbuja atemporal, que te aleja de la rutina y lo cotidiano y te acerca a la familia y los recuerdos. Es época de nostalgia y recogimiento, de mantas, sofás y alguna peli (sin el "buena" delante, que no es fácil dar con una).

Para mí es época de pausa, poner en orden ideas y el momento elegido para coger algo de aire antes de afrontar un nuevo (y largo) año.

Siempre intento acabar el año con una gran lectura. Este año no fue excepción pero me fallaron las fuerzas cuando comencé con la lectura de esta novela y el ojo jugó una mala pasada y además, eligió mal.

Como ya pasara hace 365 días, la última novela de un año se ha acabado convirtiendo en la primera del siguiente y, al igual que entonces, las espectativas creadas no se vieron cumplidas.

Lorenzo Silva es forma y fondo, por lo menos siempre lo ha sido para quién escribe. Pero en esta novela, aún cuando la forma suele ser la suya la mayor parte del tiempo, el fondo no está a la altura en una de esas novelas "juveniles" o de "prota" juvenil que no termina de alcanzar al adulto que la lee.

Sería injusto si dijese que no aporta nada, de hecho sería mentir, pero faltaría a la verdad si no dijese que "Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia" ha sido un poco decepcionante.

Lejos de la versión "negra" del autor (que es la que me lo dio a conocer y la que más me gusta) y de otras lecturas suyas que, en general, siempre me han llenado, esta primera entrega de la Trilogía de Getafe me ha dejado indiferente, algo que nunca me ha gustado.

En ningún momento he terminado de meterme en la novela, algo que me desagrada sobremanera y no he conseguido sentir empatía por Laura, su personaje protagonista, una adolescente en pleno proceso de cambio que de la mano de su hermano (Adolfo, el "hamster") en los primeros compases de la novela consiguió arrancarme una sonrisa pero que, poco después, acabó por generarme una apatía y cierto estado irreal de duermevela que sólo en los últimos compases conseguí quitarme de encima.

Como lector esperé con ansia el comienzo de la historia, una presentación no del todo adulta pero sí lo suficientemente evocativa como para retrotraerme a mi pubertad (o a un periodo adulto temprano que no es tan lejano) y consiguió tocarme una miaja la fibra.

Pero luego, coincidiendo con la evocación del viaje de Andrewj, me sentí el lector inocente de una historia sin chicha, carente de chispa, que me iba alejando de Laura, su romance y una Polonia idealizada con una aventura sin gracia que carecía de tensión alguna.

Las páginas se fueron sucediendo hasta que unos días de vacaciones me permitieron resetear un poco el coco y poder afrontar el último tramo con algo más de brío y un cerebro preparado para seguir penando. 

Sólo aquí, en ese último instante de la novela, creo que Lorenzo Silva consiguió llegar a mí. 

Un "mí", que no es más que la versión presente y adulta de quién soy ahora mismo, camino de los cuarenta, a través de la mirada y pensamientos de Laura. 

Me gustaría pensar que el autor madrileño recuperó su pulso habitual y finalmente conseguimos reencontrarnos en nuestros lugares comunes pero hay una parte de mí, la más cinica (o la más honesta), que piensa que al leer ese fragmento la voz que se escucha no es la de la adolescente getafense sino el adulto que se esconde detrás y que esa extraña comunión que se establece se cimenta en la forma en que habla de sueños incumplidos y esa sempiterna esperanza de que de alguna forma (y con mil ajustes) puedan llegar a cumplirse aunque nunca sea de la forma en que originalmente lo llegamos a soñar.

Me gustaría poder recomendar la novela para todo el mundo pero para mí tiene más de lectura para estudiantes de instituto a los que las hormonas aún no han convertido en gansos por completo que de entretenimiento real para un adulto.

Las últimas páginas me han llevado a dudar si encontraré el espacio para la segunda de las entregas pero de momento la respuesta es "no lo creo".

Valoración: No me ha gustado. 

No es una novela de Lorenzo Silva tal y como la concibes, si es en el camino has leído alguna de las suyas, ni entra propiamente en lo que para mí es una lectura adulta y madura (salvo algún momento final).

Me deja un regusto bastante desleído, un tanto ocre, carente de ese "algo" que para mí suele definir sus obras, más próximo al tono general de algunos de los relatos de "El déspota adolescente" (en el que sólo algunos relatos destacaban sobre un tono más o menos monocorde) que la brillantez como escritor de novela contemporánea que alcanza en "Música para feos", donde creo que toca cuestiones parecidas pero las muestra de una forma más adulta,  menos onírica.

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