sábado, 2 de diciembre de 2017

Phoenix - The Vlad Taltos series (vol. 5)


Hace años, cuando decidí que iba a empezar a leer en inglés y de los distintos géneros que leo el que siempre más me ha traído y tiene peor publicación en España es la Fantasía, así que me puse a buscar novelas que me pudiesen interesar y que fuese capaz de asumir con mis conocimientos.

La serie escrita por Steven Brust ofrece un producto que me viene como anillo al dedo: cómodo (por el lenguaje que maneja y su construcción casi teatral con claro predominio de los diálogos sobre las descripciones y la ambientación), amable para el lector (no requiere grandes esfuerzos imaginativos y es bastante breve, por lo que hasta para mí resultaba relativamente asequible leer una entrega en 3 o 4 días), personajes agradables (no especialmente complejos y sin grandes "interpretaciones"), un tono ligero capaz de arrancar un esbozo de sonrisa en un par de ocasiones y tramas ligeras que no dejan un poso especialmente duradero pero que complementa una biblioteca con pesos mucho más pesados que desgastan y exigen una pausa entre unas y otras.

Pausa que Brust ofrecía sin problemas.

Pero el tiempo fue pasando y cogí algo más de fluidez en la lectura del  idioma de Shakespeare, lo  que me permitió ir aumentando la dificultad y tamaño de los libros que iba a afrontar y con el cambio llegaron Locke Lamora, "The Grim Company", la inmensa variedad de registros que ofrece la ,  Fantasy y las alternativas a esas lecturas más sesudas o, al menos, más desgastantes.

Y el cerebro, como diría Eduardo Punset, es un órgano recalcitrante y vago, con tendencia a relajarse en cuanto puede y a permitir que queden relegados al olvido cosas que no están mal aunque no sean deslumbrantes. Eso o el coste de renuncia de dejar atrás a Taltos era menor que el de otros.

Así que tras las tres primeras entregas, la serie no quedó descartada pero sí fue relegada a un "cuando tenga un hueco y necesite un respiro de todo lo demás....te cojo".

La cuarta llegó bastante separada de las tres primeras y aunque introdujo elementos nuevos, la idea previa (de nuevo el maldito cerebro) dee que entre las distintas tramas no había una conexión distinta y  que poco a poco la serie encallaba en las mismas pautas, hizo que la quinta acabase en la parte más baja de los pendientes.

Hasta hace un par de semanas que en una de las páginas que consulto cuando la vida me da un respiro, encontré una referencia a una de las últimas entregas y al ver la valoración me sorprendí.

Cuando unos días más tarde volví a entrar buscando alguna novela nueva y volví a topar con la reseña en cuestión, decidí rebuscar en casa hasta dar con "Phoenix" y darle una oportunidad.


La quinta entrega de las aventuras (y desdichas) de Vlad Taltos alcanza en esta entrega un punto hasta ahora único, que en la cuarta entrega asomó pero que aquí se asienta, convirtiéndolo en una obra más madura y con carga social.

Atrás empiezan a quedar los tintes cómicos de la historia, las chanzas e irreverencias de todo tipo, ese llamado permanente a la sonrisa ligera (aunque no profunda) superados/aplacados por el clima creado en la sociedad de Nueva Adrilanka.

Estamos en la segunda novela de Brust donde el racismo, la opresión, la crítica a los sistemas de clases y los estamentos hacen acto de presencia, aunque aquí se apoderan del conjunto de la historia, impregnando a todos y cuantos aparecen.

Ya no es Cawti, la esposa de Vlad, quién representa el sentir popular, ahora todos (desde Morrolan a la Emperatriz, pasando por el abuelo de Vlad) reflejan distintos aspectos de una sociedad disgregada donde la chispa de la rebelión y el cambio empieza a demandar sangre.

En ese entorno Vlad tiene sus propias disquisiciones personales y morales sobre su persona, su profesión y su vida, y si bien no muestra arrepentimiento por haber hecho lo que tenía que hacer sí  se cuestiona cuál es su lugar en la sociedad (y el mundo) y cuál debe de ser su camino a partir de ahora, no tanto en un contexto macrosocial, sino en su propia escala personal.

Es una novela sesuda, que llama a la reflexión si, como es el caso, la lees en un momento de cambio social, con argumentos a favor y en contra del mismo e infinidad de personas vociferando para acallar cualquier posible amago de pensamiento propio que genere una opinión personal sobre lo que necesita una sociedad, lo que es justo, lo que es "correcto", la necesidad o no de asentar el cambio y cuáles son los medios legítimos para lograr producir el cambio.

Pero "Phoenix" es, por encima de todo, introspección y cambio, la obra de un personaje en pleno proceso de maduración, donde no está nada claro hacia dónde va pero sí se muestra con claridad que es imposible que Vlad siga siendo quién es porque ya no se reconoce en la imagen que proyecta.

Como quien escribe es persona de mediana edad, que utiliza la risa como un recurso más en el día a día en un intento porque la mediocridad y la rutina no se asienten, mientras el cerebro corre en direcciones dispares buscando distracción, retos y estímulos para seguir afrontando el día a día, esta nueva entrega de Steven Brust ha llegado en el momento óptimo.

Disperso, algo acelerado por momentos y con cierto cansancio arrastrado, la historia ha sido capaz de hacerse un hueco por derecho propio y no por la inercia de leer por leer, presenta un protagonista único capaz de resetear mi cerebro, instaurar una nueva imagen de Vlad y obligarme a analizar la sociedad española actual aprovechando la mirada y perspectiva de un personaje de ficción, en un mundo de fantasía, creado hace más de tres décadas y una novela con más de 27 años de existencia.


Brust no es Frank Herbert y, evidentemente, la serie que plantea no puede hacer sombra a Dune, pero si ofrece algo más profundo de lo esperado y da (obliga) al lector a replantearse muchas cosas (propias y ajenas) con una mezcolanza sorprendente entre la sonrisa triste y el descreimiento ante los devenires de una vida que no parece echa para ser comprendida.


Valoración: me ha gustado.


P.D: quién esto escribe está repantingado en un sofá (bendito mueble poco utilizado) mientras "Mismo sitio, distinto lugar" y sus diez canciones, suena en sus oídos... porque la música también está hecha para llevarnos a otros sitios y hacernos (ayudarnos) a pensar.

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