jueves, 25 de mayo de 2017

El prisionero de Sevilla Este - Serva La Bari, vol. 3


Imagino que intentar justificar que pongo a esta novela y a todas las de la serie el corte de "social" me supondrá en la próxima comida familiar alguna que otra confrontación. 

- ¿"Qué será lo próximo, decir que Leslie Nielssen hacía crítica política y no películas de humor barato"? - Me dirán.

¿Y qué responderé?... "No puedo defender a Leslie Nielssen ni "Hot shots" pero la serie de "Serva la Bari" es brillante, es muy complicado hacer reír con cosas cotidianas contadas con la naturalidad de quién las siente como lo más normal del mundo mientras nos muestra la Sevilla de antes y la de ahora, y cómo se puede sentir una ciudad.

Un sentimiento dual, el que viene marcado por la nostalgia del nativo que ve como a poco se van perdiendo las señas de identidad del sitio donde ha crecido y ha pasado su vida, lleno de recuerdos, de historias, de batallitas en ella y el del "cambio" como parte inexorable de la vida, más ahora en una sociedad disparada que apenas nos da margen para integrar las ultimas adiciones antes de ver como ya no existen, han vuelto a ser cambiadas o han quedado obsoletas. 

En esta tercera entrega, además, la historia no discurre sólo en Sevilla, también visitan Madrid y con ese cambio se produce la posibilidad de que algunos (como yo) se acerquen un poco más a lo que subyace en la narración de Julio Muñoz. Del modernito que habría sido sin dudar antes de empezar con sus historias a mi vertiente más rancia de esta tercera entrega (y este post).

Por primera vez vemos Madrid a través de los ojos de Jiménez (cambiando la situación anterior) y podemos ver la ciudad a través de sus ojos (otros que no son lo nuestros), ver lo que no entiende de la ciudad, lo que es él y lo que muchos de nosotros no somos. Lo hacemos on patas de gallo marcadas en los bordes de los ojos (que uno es humano y no puede evitar sonreír también de forma miserable en varios compases de la historia) y ese extraño sonido, el de la risa, esa sincera que surge de forma imprevista cuando algo para ti cotidiano pilla totalmente por sorpresa a un foráneo. Y eso es especial, casi mágico.

"El prisionero de Sevilla Este" consigue algo que no consiguió "8 apellidos vascos" o su segunda entrega, que me plantee que yo también soy un nostalgico empedernido (o lo seré en unos años, ahora lo dejo en uno en ciernes), de un Madrid que poco a poco va desapareciendo. 

El de la calle Arenal sin riadas de gente (pudiendo disfrutar del paseo hacia la Ópera), el de un Retiro en otoño sin tener que esquivar a mil turistas que intentan sacar una foto justo cuando estás pasando, el de sólo dos Torres Kio (sorry, cuesta recordar una época en las que no estaban las dos) o tu barrio, ese en el que creciste y por el que hasta hace diez o doce años paseabas habitualmente , y que ahora apenas reconoces. 

Un Madrid donde los baretos van desapareciendo, los nombres de los locales casi son los mismos en todos los sitios, comer en algo que no sea una franquicia es casi "Misión Imposible" y muchas zonas son lugares aún fríos, sin recuerdos "añadidos" ni historia (que aprender, contar o compartir).

 El Madrid del que mi padre habla con nostalgia y las mil batallitas con que lo adorna o el que mi tía enumera casi citando las calles que cruzan a otra con la mirada perdida y a saber que otros pensamientos en mente. Una cuestión de sangre, de sentimiento, de vida. 

Esa ciudad que yo sólo llegaré a experimentar de forma parcial, con una cultura mucho menos de calle y de barrio, con demasiado Centro Comercial y Gran Superficie de fondo, el que conocería si viniese de turismo y que como sempiterno residente cae en el olvido porque "ya haré esa visita en otro momento". 

El de los teatros del Centro abarrotados, la tortilla en las "Bravas" o el paseo desde la Pradera de San Isidro hasta la calle Mayor. El de los tejados de Pizarra de la zona de la Plaza de Felipe II... el de los conciertos vividos, el fútbol visto en estadio, los paseos mirando escaparates, tomando un helado en "Nebraska" y cogiendo el metro para volver a casa.

Julio Muñoz Gijón ha conseguido todo eso y aunque sólo fuese por eso ¡¡Chapó!!

Pero es que además me he reído, algo que en las dos entregas anteriores no había pasado (alguna sonrisa, momentos de "ojiplatismo" total y absoluto, algo de sorna pero no la carcajada que surgió en pleno viaje en Metro y que me costó alguna mirada reprobatoria de la concurrencia.

Es divertida, ágil, entretenida y original. Te la ventilas en 2 horas (si es que lleg), como ir a ver un espectáculo de esos con algo de humor donde basta con sentarse para disfrutar, reír y salir como nuevo.

No repita los tópicos de las anteriores, aporta cosas nuevas y cierra la primera etapa de "Modernitos contra rancios", ¿Qué más se puede pedir? Si no has leído nada de la serie, no esas tonto y empieza por el principio que merece la pena y si tras alguna de las anteriores tienes dudas, prueba una última vez, seguro que te aclaras.

Valoración: Me ha gustado.

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