miércoles, 8 de febrero de 2017

Dead Things - Eric Carter vol. 1


Llevo varios días rumiando este post. Demasiados, la verdad. Se atasca y no quiere terminar de cuajar y al final me veo abocado a volver a empezar.

¿Sera porque me gustó mucho y quiero dejarla en buena lugar?¿Quizás es que intento buscarle tres pies al gato y me complico mucho la vida?¿no séra que me gusta demasiado intentar lucirme?

Tengo la sensación de que muchas veces a las novelas les falta credibilidad, reducidas a construcciones más o menos definidas pero estancadas en el tiempo. Un mal que se va haciendo patente cuanto más de moda se pone el tema de las series y las sucesiones de novelas.

Se tiende al error (ni siquiera sé si se puede definir así) de considerar que una serie de novelas es similar a la sucesión de episodios de series de televisión como "Se ha escrito un crimen" en el que las tramas siguen un mismo desarrollo y los personajes viven anclados/circunscritos a su yo inicial con ligeros (casi ínfimos) matices que aparecen con el tiempo.

Para mí no debería ser así. 

Si en la trama van sucediendo cosas, fruto de las mismas deberían producirse cambios en los personajes (sin entrar en si es evolución, involución o mero cambio), de lo contrario se estancan y acaban por perder credibilidad, a fin de cuentas si un personaje (protagonista o secundario) vive una serie de circunstancias, éstas deberían calar en él y condicionarle de ahí en adelante, sobre todo tratándose de hechos traumáticos como son los que muchas veces se narran.

Autores como Jo Nesbo, Harry Connelly, Dennis Lehane, Jean-Claude Izzo o Lorenzo Silva, lo tienen claro y sus  personajes evolucionan y cambian (física, emocional, intelectual y moralmente), conforme lo que pasa les va dejando huella. Es parte del proceso y de la vida. 

Puede que con veinte años ese tipo de cosas no se valoran como lector pero con más años (unos cuantos más) la perspectiva cambia, quizás porque te vuelves algo más resabiado, algo más cínico, un poco más precavido y tienes unas cuantas cicatrices (emocionales y físicas) que lo acreditan y actúan como pequeños recordatorios de las cosas acaecidas que hacen que detonen los recuerdos y con ello la reflexión y la percepción del cambio.

Si yo, que veo la miseria de la sociedad de forma tangencial en el día a día,a través de esa ventana mediatizada que es la prensa, cambio de opinión y reacciono ante lo que veo, ¿cómo no le pasa, por ejemplo, al Brunneti de Donna León que lo vive en sus propias carnes?

El "no cambio", la "permeabilidad", acaba generando percepción de irrealidad, de no credibilidad, de FICCIÓN y me saca de las novelas y hace que las vea desde fuera, y no "desde dentro", que es lo que me gusta hacer (sentir, vivir, experimentar las tramas).

En el género fantastico y más concretamente en la "Urban" la cosa debería ser todavía más clara porque los personajes sufren daños inimaginables y pactan con criaturas que no se rigen por los mismos códigos y valores que los nuestros pero muchas veces da la sensación de que quienes escriben no entienden ese concepto y acaban generando criaturas impostadas, "humanos con otro aspecto", que no obran y actúan como deben

Así, se desdibuja el mal, se pierde la referencia y las novelas se convierten en una especie de Carnaval con distintas personas estrambóticos desfilando por sus hojas.

Y, para mi gusto, se pierde la esencia del género (o subgénero o...) y todo lo que podría llegar a ofrecer.

Para mí la Urban es la oportunidad de tratar con criaturas de todo tipo, con códigos morales (o ausencia de los mismos) que permiten explorar todo el espectro que va del bueno casi celestial al malo malísimo, con honestidad, alejado de la fórmula cliché tan en boga del "malo reconvertido por amor o por las circunstancias al empezar a experimentar sentimientos".

Stephen Blackmoore en "Dead things" se mueve directamente en el gris. Ninguno de sus personajes es blanco cristalino y quién podría serlo está muerto al empezar la novela. 

Todos los personajes tienen sus aristas desde el principio, sus propios códigos y su propia valoración (parcial y subjetiva) de la situación. Todas son entendibles y hasta justificables y por eso no es fácil sentir rechazo hacia ninguno, como no lo experimenta su protagonista. Y ese es un gran punto de partida, como lo es el mundo que construye para ubicar la trama, con magia negra y trasfondos ocultistas. 

Definido, oscuro, muy marcado, con un paisaje y una ambientación totalmente gris, bastante monócroma pero con matices. Diálogos con trasfondo y mensajes soterrados, combinando ritmo y profundidad. Capaz de ser ágil e intensa a la vez, un Noir clásico con aire de modernidad a partes iguales que cautiva y evita en todo momento que te separes de su lectura.

Una novela que hace buena la máxima de Nietzsche "si miras mucho tiempo al abismo, el abismo te devuelve la mirada", donde nadie se engaña y todos tienen muy claro cuál es su papel y por qué lo lleva a cabo, convencidos de sus ideas y del por qué de sus actos. Cargados de razón y con un protagonista que lo tiene más claro que nadie, aunque le duela y prefiriese que no tuviese que ser así.

Quizás por eso es tan agradable leer la novela, por eso atrapa.

Sientes empatía por Eric Carter (aunque no es tan sencillo simpatizar), entiendes su postura y que no es una posición que él haya elegido. La vida tomó la decisión por él y lo único que ha intentado desde entonces es vivir con lo que es de la mejor forma posible. Pero es coherente con sus decisiones y eso gusta. No va llorando por las esquinas por lo que no pudo ser, no vive en el pasado y afronta el presente de la mejor forma posible intentando salvar lo que (y a los que) quiere aunque no tiene claro en quién puede confiar.

Carter crece durante la novela, se asienta en quién y qué es y Blackmoore aprovecha que debe regresar al lugar donde todo comenzó, su vuelta a casa, para confrontar su pasado y su presente, lo que ha sido y lo que ha tenido que llegar a ser, tras una década fuera.

Personajes cargados de emoción y coherencia, siendo a la vez creíbles y reales, en un entorno bien definido y con un juego de poderes que apenas se atisba pero que da muchísimo juego durante toda la narración sin llegar a saber en ningún momento si se trata de un mero juego de sombras o del juego del gato y el ratón porque las posiciones nunca terminan de estar claras hasta el final, la incertidumbre crece y nadie ninguno termina de ser consciente de quién es el peón y quién el rey en una función que dura lo justo para generar ganas de más, mucho más, al alcanzar un final tremendo que, aún sospechado en algún momento,consigue alcanzar proporciones significativas.

De seguir así, si se mantiene coherente y no incumple con todo lo que propone, la serie de Eric Carter puede ser una de las mejores que haya hasta el momento en el género, fuera de muchos de los tópicos y clichés en que se encuentra inmerso en los últimos años y de ese cruce/mezcolanza (que desvirtúa el producto) cada vez más acusado que se produce entre la Urban y el Romance Sobrenatural.

Si Stephen Blackmoore cumple habrá diversión y entretenimiento para rato en una serie que se engloba dentro del sub(requete)género "dark" de la fantasía más urbana. Si no será un fiasco aún mayor de lo que fue "Game of Cages" para la serie de "Tweny palace society" y este que está por aquí se tirará de sus ya poco existentes cabellos.

Valoración: Me ha gustado mucho.

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