lunes, 26 de septiembre de 2016

Ghostman - Jack White, vol. 1



Hardboiled moderno, sin elemento sexual, con protagonista potente cargado de magnetismo.

Las novelas de detectives duros ambientadas en los años 20-30 no son de mi gusto. En general me parecen desactualizadas, tanto si se trata de los originales como si son las narraciones actuales. Me parecen frías, distantes, hasta cierto punto predecibles y carentes de atractivo, con personajes torturados de cliché que al final no me aproximan a lo que leo, más bien al contrario, me alejan y, lo peor de todo, tienen tendencia a que se me hagan largas durante su lectura.

Roger Hobbs consigue precisamente lo contrario, durante la narración he tenido la sensación de leer algo parecido pero totalmente actualizado a tiempo presente, con situaciones verídicas, un protagonista con el que es casi imposible empatizar pero que atrae y hace la novela muy entretenida a pesar de que, al menos de inicio, realiza un tipo de construcción similar, sustituyendo la figura del detective de la vieja escuela por un fixer, un resolvedor, actualizado, especialista en arreglar situaciones y en hacer desaparecer los problemas.

El mérito de Hobbs es ajustar las características de su narración al carácter de su protagonista, convirtiendo lo mil veces visto en algo totalmente distinto, con un estilo directo, práctico y crudo, muy cómodo de leer a pesar de que se suceden de forma constante dos narraciones, una presente (un atraco a un casino que sale mal) y una pasada (situada 5 años atrás en otro robo, ésta una misión casi imposible, en Kuala Lumpur), las dos vividas y narradas a través de la mirada del protagonista.

Las dos novelas llevan ritmos y tiempos distintos lo que permite tener siempre una de las dos historias en un momento trepidante y que la lectura avance siempre a buen ritmo mientras, de fondo, y sin darte cuenta, se van perfilando los rasgos que definen a su protagonista.

Los límites y la capacidad de Jack van apareciendo poco a poco ante nuestros ojos a través de distintas vivencias, perfilandole al pasar las páginas, alejándole poco a poco del cliché y fozalizando nuestra mirada, que comienza (al menos en mi caso) con una imagen similar a la del Harry Bosch de Connelly y termina en una creación propia con la exposición del ideario particular del personaje, en una de las escenas más trepidantes que recuerdo en una novela en mucho tiempo y eso que los dos antagonistas se encuentran sentados, hablando, simplemente con una pistola en medio.  

Desde ahí y hasta el final, la imagen de nuestro antihéroe se reforma, retocado y ajustado tras los últimos descubrimientos y dando al conjunto un empaque que durante algún momento inicial carecía, es tras ese encuentro cuando queda claro que Jack no es un mero matón más a sueldo sino un alguien que se mueve por criterios propios y que actúa de la forma y manera que cree conveniente en cada momento, respondiendo tan sólo ante sí mismo.

Hay acción sin ser trepidante, hay tensión sin que se trate de un thriller, hay emoción aunque no empatices con los personajes y hay humor, aunque sea el que surge de un par de duelos dialécticos entre el protagonista y la agente del FBI Blacker, que sólo quiere zanjar el asunto asignado cuanto antes para retomar sus vacaciones. Es en ella en quién Jack encuentra su antagonista, con quién juega al gato y al ratón y con quien, en ocasiones, hasta pierde.

Me gustaría decir más, pero no quiero reventar nada de la trama. Sólo puedo decir que "Ghostman" da lo que promete, que es muy buena dentro de su género, que seguramente mi lado más romántico haya echado de menos un toque algo más sentimental pero que asumo que él mismo habría contravenido la quinta esencia de su protagonista, que vive para muchas cosas pero para el amor no.

Valoración: Me ha gustado mucho.

Duda: Cuando me hice con "Ghostman" parecía una novela suelta y al terminarla y cotillear he visto que hay una segunda entrega. ¿será capaz Roger Hobbs de conseguir repetir éxito sin repetir la fórmula y teniendo a su protagonista ya muy definido?

Otros:

Este fin de semana he podido disfrutar de un par de dosis de cine. 

La primera "Ghostbusters", la revisión que han hecho del clásico, y que fracasa por completo en todos los aspectos: larga, tediosa, carente de gracia, sin capacidad para aportar algo nuevo y dependiente del carisma de unas actrices que, para mí, no lo tienen. Lo mejor los cameos de Sigourney Weaver y Bill Murray. Realmente una pérdida de tiempo.

La segunda, más acorde con la novela que hemos tratado hoy aquí, "Toro". Película de corte negro, con mucha violencia, sangre y mamporros, con un Luís Tosar que en esta película no me termina de gustar, un argumento bastante básico y una serie de referencias mitológicas que subyacen en la trama (el intento de evitar el destino como desencadenante del cumplimiento del mismo, el oráculo (aunque en forma de tarot), un tatuaje de un toro que va rodeado de lo que podría ser "El laberinto del minotauro") que nadie comenta, subyugadas por la acción y los diálogos. Para pasar el rato.

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