sábado, 9 de abril de 2016

Bruno, jefe de policía


Me salto de nuevo el orden a la hora de publicar, esta vez intencionadamente, a la espera de completar un libro no muy largo que comentaré junto al de Andrea Camilleri "Mujeres", que de breve y peculiar que es no creo que me dé para más de un par de párrafos.

"Bruno, jefe de policía" es una novela negra eminentemente social, centrada en el pueblo de St. Denis, un pueblo ficticio que su autor sitúa en la región del Perigold francés.

Es un libro ameno, muy agradable de leer, con un protagonista (el jefe de la policía municipal Bruno) que no encaja en muchos de los arquetipos del género y que, quizás por eso, resulta ameno y distinto. Puede que incluso suave.

Bruno es un excombatiente del ejercito francés que tras su último servicio, que acabó con tragedia y con él herido, se instala en la pequeña localidad de St. Dennis, gracias al apoyo del que es alcalde del municipio.

De eso hace ya 8 años, que es el momento en el que lo conocemos.

En la novela se tocan temas muy distintos, siendo la investigación de un asesinato uno más de ellos, el principal e hilo conductor, pero no el eje de la historia, que no es otro que narrar cómo es la vida en el pueblo y las distintas situaciones que se tratan en él.

Me gusta la forma de narrar de Martin Walker, su forma de plantear la novela, su temática y como va haciendo aparecer distintas situaciones para conformar un todo bastante real.

En este libro trata muchos temas, lo hace de una forma bastante sutil pero dejando un mensaje bastante claro sobre prácticamente todos ellos, lo que es algo a destacar.

Habla de la Unión Europea y de como algunas directrices, sobre todo en el campo de la alimentación, han afectado a la forma de vivir de los pueblos de la región, a su forma de cocinar y de tratar los productos y, por eso mismo, el profundo rechazo que existe hacia sus inspectores y quienes les auxilian. Éste es el tema de apertura y uno de los de cierre de la obra, dota a la obra de cierto toque humorístico y sirve para establecer desde el primer momento la complicidad y compenetración del pueblo ante un enemigo común (los terribles inspectores de sanidad de la Unión) y la relevancia de Bruno dentro del pueblo (hilo conductor e interlocutor reconocido por todos y para todo).

Habla de la política... o mejor, de la forma en que muchos hacen política. Del uso de los instrumentos legales a su disposición para lanzar carreras y distorsionar realidades. Del escudo en la legalidad cuando nos interesa y de la forma en que ésta se debe obviar cuando nos perjudica. De un sistema social y democrático "de Derecho" que a veces maniata a quienes deben poner orden en la sociedad y como restringe, a veces de forma peligrosa e insatisfactoria, a quienes deben hacerlo cumplir, limitando sus opciones y obligando a utilizar medios y recursos que tienden a empeorar la situación en lugar de mejorarla.

En ese sentido me gusta y mucho el rol asignado al Alcalde del municipio, gestor encubierto de la paz social, que utiliza sus antiguos contactos en la política nacional para intentar evitar situaciones complicadas.

Destaco especialmente una conversación a varias bandas sobre la repercusión que un asesinato y una reyerta urbana tienen para el turismo y la situación de alarma que se ha creado a nivel nacional poniendo al pueblo en la picota y la pintoresca forma de solventarlo. Pintoresca... más bien lógica, a través del diálogo, la comprensión y el bien común, algo de lo que muchos de los políticos actuales deberían aprender a nivel mundial, aunque ahora mismo pienso en un plano mucho más reducido.

La gastronomía ocupa un lugar importante en la novela. Cotilleé durante su lectura y descubrí que el Perigold es una de las regiones más afamadas a nivel gastronómico en Francia, que es famosa por los productos artesanos que elaboran y por su buen hacer culinario. 

De todo ello hay muestras en la novela, en uno de esos tours no previstos por la mesa de diversos comensales que hacen que a uno se le haga la boca agua y quiera experimentar el enorme placer de una buena cocina casera, con productos cultivados y elaborados por los propios comensales.

Hay historia de amor. Ligera, sin grandes alardes pero bastante real, con personajes humanizados, lejos de las historias románticas idílicas.

E historia de Francia. Quizás su punto más fuerte y, para mí, más sorprendente. Aprendiendo cosas del gobierno de Vichy, sobre de Gaulle y sobre diversos incidentes y altercados.

Estudie EGB, que diría mi pareja, y aprendí sobre prehistoria, imperios antiguos, edad media... pero muy poco de la historia contemporánea y muchas veces me sorprendo con todo lo que no sé y lo que no me han contado.

Curioso la de similitudes y procederes parecidos que hay en la historia de muchos países europeos en el pasado siglo XX, la de tropelías que se han podido cometer en nombre del bien común, de la nación y de la patria. 

Más curioso todavía la tendencia que existe a ocultar esos pasados y a no narrarlos, porque cuando se hace se toma partido y se da una versión muy sesgada de la historia, sin que importe quién sea el que lo cuente. 

Quizás por eso me ha gustado tanto esta historia, porque es capaz de incorporar el pasado del país con neutralidad, alabando y criticando a las mismas figuras, mostrando sore todo  las cosas como sucedieron sin victimizar ni heroizar a ninguno de los protagonistas, por mucho que la ocasión lo pudiese permitir. Siempre visto desde el punto de vista de un escritor que ama el lugar en el que vive pero que no vive en su lugar de origen, no ha vivido los sucesos que cuenta y, por tanto, lo hace de una forma más fría que el resto.

Lo que más me gusta es que me ha servido para ver también cómo he cambiado en estos últimos años. Sigo siendo el crédulo que cree en el estado social y democrático de derecho, pero también hay a estas alturas de la película un poso de cinismo que entiende que todo sistema tiene sus fallas y que cuando un sistema no se modifica en algún tiempo surgen las perversiones y los abusos, las corruptelas y la falta de crítica social, todo auspiciado por una tendencia inherente al ser humano a ser acomodaticio, a evitar los conflictor y a mirar hacia otro lado cuando aparecen los problemas y las cosas que no queremos ver.

También he aprendido a creer en las soluciones mesuradas y responsables cuando se consigue dialogar y encontrar puntos comunes. El "Es así porque yo lo digo, que soy quién mando" no sirve en la inmensa mayoría de los casos, y la ley no debe entrar hasta tal nivel de detalle que maniate a quienes la tienen que aplicar.

De eso habla "Bruno, jefe de policía", de la necesidad de entender que hay que ser ligeramente flexible y entender que ni la ley es perfecta ni todo puede estar reglado por organismos fríos y asépticos que no son conscientes en muchos casos de la realidad que regulan y sobre la que legislan. A veces el sentido común, el derecho consuetudinario y el diálogo, dentro de unos márgenes amplios pero bien definidos es la mejor forma de solucionar las desaveniencias y los conflictos.

Esos puntos representan lo mejor de la novela para mí. Es lo que la sitúa, por ejemplo, por encima de "El misterio de Pont-Aven" de Beneluc, que apareció por aquí hace apenas unas semanas. Porque  a veces no es sólo una cuestión de temática, también de mensaje.

Valoración: me gust

P.D: de límites morales y de la imposibilidad de permanecer siempre en la cuerda que los delimita habla "Daredevil", cuya primera temporada estoy viendo con retraso pero con el convencimiento de que sin necesidad de un derroche audiovisual fuera de lo común (como puede ser el de "Agents of Shield", por ejemplo) se puede conseguir un producto de calidad que, además, haga pensar y reflexionar sobre el ser humano, los límites de su moral y las criaturas que se esconden entre nosotros, muchas de ellas con justificaciones morales y un profundo convencimiento de que lo que hacen es siempre por el bien común

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