miércoles, 16 de abril de 2014

Un lugar en el que refugiarse


Supongo que decir que no soy devoto de Nicholas Sparks y luego comentar que es la tercera novela suya que leo y que, al menos, ya tengo otra pendiente de leer puede sonar como un contrasentido pero es cierto.

No es un autor que busque leer incesantemente ni uno de los que “me alegra el día”. Su forma de escribir me parece bastante normalita, sus temáticas tampoco son algo excepcional y, seguro que para más de uno, sus obras son “para chicas”.

Puede que todo lo dicho antes sea cierto pero hay momentos en los que no me importa coger una de sus novelas y leerla. Y hablo de sus novelas porque de las películas que las adaptan sólo he visto dos: “El diario de Noah”, que me encantó y “Un lugar en el que refugiarse”, que vi el fin de semana pasado y que me ha llevado a leer la novela.

Y es que llego a esta novela buscando una obra que pudiese interesar a una amiga que lleva una temporada desenganchada de esto de la lectura y que, le ponga lo que le ponga delante, no consigue arrancar. Unas porque le recuerdan el día a día y otras porque ese mismo “día a día” le impiden centrarse en lo que lee.

Por eso, cuando vi la película protagonizada por Josh Duhamel y Julianne Hough pensé en ella y en que era posible que le gustase. Incluso que le ayudase a liberar algo de tensión. Porque si algo tiene Nicholas Sparks es que es capaz de tocar la fibra sensible. El problema es “el cuanto”, porque en según que momentos y con según que temas es un autor capaz de magnificar tus problemas y hacer que te comas muuuucho la cabeza.

Eso ha hecho que cogiese la novela con ganas (y cierta prisa) con la idea de confirmar que la sensación que me causó la película era real y que la novela, con algún toque de amargura inevitable, no era un dramón épico de esos que te dejan incapacitado en la cama durante varias horas porque Menganito ha muerto y Frutanito más que una vida tiene un “vidón”.

De haberme encontrado con el Sparks que siempre me recuerda, siendo muy malvado, a las películas de Disney, por aquello de la muerte de un marido o una esposa (más ellos que ellas, todo sea dicho), creo que hubiese desistido inmediatamente pero, afortunadamente, no ha sido así.

Sigue siendo una historia de redención, o de recuperación de valores, o de reencuentro personal. Trata de gente rota que intenta rehacer su vida pero lo hace con un tono algo más alegre, más digestivo.

En mis dos experiencias previas “El cuaderno de Noah” y “El mensaje en una botella”, ambas con adaptación televisiva, me encontré con un cántico al amor y a la “salvación” personal a través del afecto y el cariño, pero siempre con un claro toque amargo, como si hubiese que dejar claro que la vida es un terreno pantanoso siempre dispuesto a hacerte caer cuando menos te lo esperas.

“Un lugar en el que refugiarse” tiene un tono algo más amigable, más alegre. Aunque tiene varios pasajes, los que se centran en el personaje de Kevin, que pueden sacar lo peor de nosotros. No es fácil estar en el pellejo de un marido maltratador y alcohólico, que se escuda siempre en su trabajo (policía) para justificar todo. Un recitador bíblico que siempre encuentra una excusa para justificar su comportamiento, cargando las tintas contra otras personas, incapaz de reconocer su responsabilidad.

Y sin embargo llega. El mensaje y sus protagonistas. Quizás sin mucha complejidad, sin sobresaltos, sin grandes alardes pero marcando bien los tiempos. Mostrándonos el proceso de cura de una mujer maltratada y como vuelve a encontrar su equilibrio y la paz interior poco a poco, de forma gradual, casi sin darse cuenta. 

No es éste un libro épico. Prefiero mucho más “El cuaderno” y, es cierto, que me hizo llorar mucho más “El mensaje”, pero reconozco que precisamente no era eso lo que buscaba, ni para mí ni para mi amiga. Era un poco de esperanza. Aunque fuese mostrando también las miserias de otra persona y haya que pagar la penitencia de pasar un mal trago cuando la atención se desvía de los protagonistas. La idea, intentar recordar que siempre hay esperanza y algo más por lo que luchar y que, a veces, por injusta que nos pueda parecer la vida, hay motivos para seguir adelante.

P.D: A diferencia de otras lecturas del mismo autor, en ésta no he llorado, sólo se me han humedecido los ojos. Pero es que “el gran giro” o la “gran sorpresa”, el momento más tierno, es una de las pocas cosas que se han mantenido en la película, por lo que parte del efecto se ha diluido.

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